La luna estaba redonda,
se veía hermosa reflejada en el agua,
platicaba con las estrellas
en una muy amena charla
pero un lucero celoso
se metió entre todas ellas.
Las llamas de la fogata
titilaban apresuradas
para alumbrar a lo lejos a la fragata
que veloz el mar cruzaba.
No me canso de mirar
el inmenso cielo estrellado
sentada sobre la tibia arena,
no me canso de admirar
tanta belleza ajena,
que un día pude regalar.
Junto a la fogata disfruto
de las bellezas de Dios,
de ese prohibido fruto
que no puedo tocar con mis manos
ni tampoco ir en pos
porque son un regalo de Dios.
SHANIA LYNN
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