lunes, 13 de diciembre de 2010

La navidad de mi infancia


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En mi niñez y juventud a pesar de las estrecheces y vicisitudes que pasábamos manteníamos la ilusión de la navidad y el año nuevo, para nosotros esos días eran muy especiales, la unión de la familia, las vacaciones, tener unos días de descanso y esparcimiento después de largas jornadas y meses de intenso trabajo.
Vivíamos en el campo, en un ranchito alejado de la cabecera municipal entre vacas, burros, caballos, cerdos y cabras.

Caminábamos una hora para poder llegar al pueblo pero eso no nos impedía sentirnos contentos porque iríamos a LAS POSADAS. Por el camino rumbo al pueblo cruzábamos el río y caminábamos junto a la rivera, bajo los frondoso pinzanes escuchábamos las anécdotas de las personas mayores, mis padres, mis abuelos.
Contaban sus historias que hoy se me antojan hasta risibles pero que a esa edad me intrigaban y asustaban.
El trayecto se hacía corto, iluminado con la luz de la luna, las estrellas y una lámpara débil que llevaba mi padre o mi abuelo y que era el marco perfecto para sus anécdotas, el murmullo del río como siempre hacía que esta soñadora levantara la vista hacía el cielo y entretejiera sus propias historias, el canto del búho hacía que un frío escalofriante recorriera mi espalda y me refugiaba bajo el amparo de mi madre hasta llegar a la plaza del pueblo dispuestos a divertirnos.
 
Mi abuela hacía tamales de dulce y manteca y los llevábamos en una canasta tapada con una servilleta blanca tejida y bordada a mano, para que la arena del camino levantada por nuestros pasos no cayera dentro de la cesta. Sus famosos tamales se vendían durante la posada como si fuera “pan caliente”
En la calle afuera de la iglesia los abundantes puestos con diversas vendimias daban hermoso colorido al entorno además de que estaban adornadas con motivos navideños y papel de china colgados a lo largo y ancho de las calles. Los puestos de los cacahuates y cañas eran los más concurridos mientras esperábamos el momento de romper las piñatas. Se acostumbra que cada familia escoja una noche para la posada, ellos se organizan con todos los vecinos de su calle, de su cuadra, de su colonia para preparar todo: adornar las calles, preparar los aguinaldos que son bolsitas, canastas, cajitas, etc. Llenas de dulces, cacahuates, frutas diferentes y todo lo que quieran para regalar a todas las personas que asistan a “La Posada
Las piñatas en forma de diferentes figuras: estrellas, frutas, animales, personajes, etc. llenarlas de colación, frutas como cañas, mandarinas, naranjas, limas, tejocotes, jícamas, cacahuates, confeti, etc.
Y los escenarios apropiados donde tocarían a las puertas los peregrinos para pedir la tan ansiada posada.

Había llegado la hora tan esperada, nos congregamos dentro y fuera de la iglesia, en el atrio, tomamos las imágenes de los peregrinos y salimos llevándolos a cuestas sobre los hombros, en vivo la representación de María montada en su burrito y San José a pie la seguía. Recorríamos las calles pidiendo posada, rezando y cantando las alabanzas y villancicos, los niños con su algarabía acostumbrada más que rezar y cantar corrían calle arriba o calle abajo bajo la mirada molesta de algunas personas. Mis hermanos y yo no nos despegábamos de nuestra madre por lo que éramos niños bien portados. De regreso al templo por fin la añorada posada era otorgada y los peregrinos cansados de deambular por el pueblo podrían tener un lugar donde descansar.
Seguía la fiesta, venía lo más emocionante: 
Todos sentados en los pretiles del atrio de la iglesia esperaríamos que repartieran los aguinaldos y que ya se explicara arriba en que consisten y se hacen según el ingenio de cada persona.
Todo en completa calma y orden, nadie se levanta, ni grita, ni pide nada. Después tocaría ir a romper “La Piñata” primero para las niñas y cuidado con que los niños se atrevieran a meterse a recoger la colación de una piñata que no fuera para ellos, había orden y respeto todavía. Se escoge una niña y se vendan los ojos con una mascada, pañoleta o pañuelo para que no vean, se le da un palo con el que ha de romper la piñata dando de garrotazos, se toca la piñata para que sepa donde esta y se gira tantas veces hasta quedar casi mareada dentro de un circulo que forman todas las demás y comenzábamos a cantar A la voz de “Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino, ya le diste una, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó”
Entonces comienza a tirar de palos a diestra y siniestra tratando de encontrar la piñata y romperla mientras tanto la persona que está sosteniendo la piñata con un lazo la mueve de un lado hacía el otro para que no la toque y así se sigue con otra niña el mismo mecanismo hasta que alguien la rompa.
Todas las demás cantan y aplauden y al momento de que se rompa corren a recoger la fruta intentando capturar la mayor cantidad posible.

A mi no me gustaba ser yo la que rompiera la piñata porque todas las demás niñas me caían encima y en lo que me quitaba la venda de los ojos ya no había ni dulces ni fruta en el suelo. De la misma forma lo hacíamos con la piñata de los niños, ahí las niñas solo éramos observadoras y no podíamos participar.
También había piñatas para las señoritas y jóvenes.
Ellas como todas unas damas rompían las piñatas sin ensuciarse ni las manos ni la ropa y apenas si recogían algún caramelo o fruta, por lo que las niñas ansiosas de recogerlos nos abalanzábamos apresuradas y los jóvenes esos si que armaban un tremendo alboroto, entre bromas pesadas y empujones se encimaban unos con otros armando un gran relajo.

Ese ir y venir era de todas las noche hasta terminar las posadas con el nacimiento del niño Jesús el 24 de diciembre, al regreso hacía un frío tremendo pero ni el agua del río sentíamos fría al cruzarlo, era la emoción por la aventura vivida y esos momentos que quedarían grabados para siempre en nuestras memorias y en nuestros corazones.
Había llegado la navidad y con ella el niño Jesús, trayéndonos mucha paz a los corazones y bonanza en los bolsillos eso era lo que nos decía el sacerdote no teníamos muy claro esto de la navidad ni lo que significaba, tampoco la bonanza llegaba a nuestros hogares, las privaciones eras las mismas de siempre pero no perdíamos la fe, eso era lo mas importante.
 Esas épocas seguramente no volverán, primero porque los niños de esos tiempos en nada se parecen a los de ahora, éramos mas ingenuos, mas tranquilos, mejor portados…los de hoy no se forman a esperar que les repartan los aguinaldos y en las piñatas tampoco respetan ni el sexo ni el genero.
Los tiempos han cambiado, antes no había la tradición de poner un arbolito de navidad o será que nosotros no teníamos los recursos para hacerlo, tampoco recuerdo haberlo visto puesto en alguna casa del pueblo.
Tampoco el niño Dios traía regalos como ahora, esperábamos ansiosos el día de “LOS SANTOS REYES” pero sería hasta el año nuevo que llegarían de tierras muy lejanas, del medio oriente, quien sabe donde quedaría eso, ni nos importaba mucho que digamos solo queríamos que llegaran.

Hoy para mi la navidad no significa lo mismo ni tengo la misma ilusión por su llegada, si bien me va tendré una cena de navidad a solas en casa, si acaso alguna amiga vendrá a compartir el pan y la sal, lejos de la familia y los amigos todos estarán muy ocupados festejando con sus familiares y si  acaso alguno se tomará la molestia de llamar para desearme lo mejor en estas fechas. Esa ilusión de comer las uvas, de salir con las maletas a la calle, de levantar las copas y hacer un brindis por cada miembro de la familia, las borracheras y la resaca al día siguiente se quedaron atrás.

Hoy me conformo con que el niño Dios me de salud, antes tanto le pedí llegara el amor y la felicidad tocara a esta puerta y no solo verla pasar a través de la ventana.
 Los años pasan y ya no son las mismas cosas las que nos interesan, han cambiado y hemos cambiado, para mi eran importantes las fiestas, las convivencias, los viajes, las tertulias y salir simplemente a la calle a prender la fogata era un motivo para sentirme feliz, hoy ya me estoy haciendo vieja quizá por eso he perdido la ilusión de la navidad, tal vez alguien llegue a mi vida que me vuelva a despertar el espíritu navideño nuevamente y aquí estaré en espera de ese momento y de ese motivo.

¡¡¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!

SHANIA LYNN 

1 comentario:

  1. Me parece que tienes un maravilloso don para escribir y transmites esa añoranza por los tiempos pasados. Te quiero decir que yo aunque tenìa un compañero, siempre estaba con diversas penas u obligaciones y sentia que no podía hacer esto o aquello porque a él no le gustaba. Hace tiempo entré a un gpo. de autoayuda y me ha cambiado mi vida. He aprendido a poner limites y a disfrutar todo lo que tengo y hacerme responable de mí y mi felicidad. Disfruto mis amistades, actividades y lo bueno de mi companero, pero no dependo de el para ser feliz como antes. Dios me ha dado muchas cosas y se lo agradezco con todo mi ser. Ojala tú tambien encuentres la felicidad sin depender mas que de Dios. Un abrazo.

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