jueves, 26 de enero de 2012

El ciruelo


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Camino a la escuela estaba un ciruelo,
cargado de flores para dar sus frutos,
con las ramas gachas pegando hasta el suelo,
íbamos descalzos por esos abruptos.

Pasó el invierno, llegó la primavera,
se fué el frío inmenso y llegó el calor,
de ese camino hicimos la vera
y a nuestra infancia le dimos color.

Con ese calor se antojaba un baño,
nadamos un rato en el río risueño
y bajo el ciruelo de verde follaje,
canta el ruiseñor de bello plumaje.

 Las calandrias, también los jilgueros,
se dan un festín con rojas ciruelas,
saltan las ardillas de sus agujeros,
comen tan aprisa que quedan sin muelas.

Cuanta algarabía de aves canoras,
disfrutamos juntos antes del verano,
como pasa el tiempo, sus días, sus horas
y aquel ciruelo no florece en vano.

Lo cuidé de niña y en mi adolescencia,
antes del otoño siempre lo podaba,
hoy en estos años ya sin mi presencia
ni agua ni tierra nadie ya le daba.

Se fue envejeciendo, encorvó su tallo,
sus flores, sus frutos ya no son tan dulces
y se hace un silencio que mejor me callo,
porque es muy triste verlo a todas luces,
que está envejeciendo y lo quema un rayo.

SHANIA LYNNE

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